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Neuras por tradición ...

Amor del malo

Amor del malo

Paula Medina

El amor tiene muchas formas y colores, cada uno lo vive, lo siente y lo expresa de maneras distintas, pero dentro de esta infinidad de combinaciones hay algunas que alimentan y otras que destruyen las relaciones con los demás. Una expresión muy particular del amor son los celos.

 Desde pequeños competimos por la atención de quienes amamos o de quienes nos importan. No es difícil citar situaciones con las que nos podríamos haber sentido afectados, por ejemplo cuando nuestros padres festejaron el triunfo de alguno de nuestros hermanos o cuando nuestro mejor amigo comenzó a darle prioridad a nuevas amistades; aún siendo niños experimentamos sentimientos de tristeza e inferioridad al no ser el centro de atención del ser amado.

Parece que querer acaparar los afectos viene de la mano con nuestra naturaleza, pero, más allá de las teorías evolucionistas sobre los celos o las distintas hipótesis sobre su origen y desarrollo, sabemos que existen y que todos, o casi todos, los hemos vivido en carne propia.

Hasta aquí todo va bien, estas emociones son parte de nuestra formación y de las experiencias propias de vivir. Sin embargo, hay personas, hombres y mujeres, que sufren de celotipia, por definición esta enfermedad es la pasión que producen los celos, entendiéndose pasión como una perturbación o un estado desordenado del ánimo.

 Los celos enfermizos hablan de un desequilibrio mental en donde se pierde contacto con la realidad. Se manifiestan con tristeza, dolor, ansiedad, miedo, soledad, paranoia, enojo, sentimientos de inferioridad y hasta ira. La celotipia es una patología clínica y requiere de ayuda profesional, en algunos casos incluso medicar al paciente es necesario.

La sicóloga Ángela Barrera señala que “los celos son derivados de la baja autoestima, la seguridad se desarrolla desde la niñez gracias a la reafirmación de los padres, ellos alimentan la confianza en nosotros mismos”. Si hay inseguridad en nosotros no podemos tenerla en los demás, “hay un sentimiento de vacío que esperamos que el otro llene y, si no lo hace, provocaira”.

La celotipia aparece como un delirio, un estado de confusión mental acompañado de alucinaciones, incoherencia y pensamientos absurdos. El individuo tiene sentimientos tan profundos que comienzan a controlar su vida, manejan su comportamiento y su forma de pensar.

Se obsesiona con comprobar la infidelidad imaginaria de la pareja y recurren a comportamientos peligrosos como el uso de la violencia física, la privación de la libertad, el abuso verbal y la humillación. Los ataques del celoso van minando la relación, la confianza y el amor.

Una persona con celotipia no tiene límites, comienza pidiendo cosas que el otro puede ver “normales” pero éstas se van deformando cada vez más. Un ejemplo común podría ser cuando el hombre le pide a su pareja que modifique su manera de vestir: “no te pongas esa falda tan corta porque los otros no tienen por qué verte las piernas”.

 No importa cuántos cambios hagas y en cuántas cosas cedas para complacer y aplacar la ira del otro, este comportamiento irá in crescendo, puede comenzar con algo sencillo como la vestimenta y terminar con un homicidio en un ataque de ira.

Como nos comenta la sicóloga Ángela Barrera “el celoso no escucha, no entiende razones pues la intranquilidad está en él, nada de lo que suceda afuera cambia su visión distorsionada de la realidad”. Es difícil detener la aparición de los celos, pero podemos aprender a controlar nuestras reacciones cuando éstos surgen.

La contraparte En algunos casos las parejas se sienten bien al ser celados, los celos alimentan su ego y hasta provocan conductas de celotipia en el otro. Disfrutan ser celados y sienten que tiene el control sobre el celoso estimulanddo su inseguridad.

En estos casos el celado podría sufrir megalomanía, o delirio de grandeza. Es natural sentir angustia al imaginar perder al ser amado, saber que éste puede partir con alguien más, es una emoción muy desagradable, muchos de nosotros de tan sólo pensarlo sentimos cómo se nos acelera el ritmo cardiaco, nos sudan las manos y sentimos tristeza.

Las personas que tienen una patología no pueden evitar estos pensamientos, son arrastrados a actuar por una distorsión en su realidad. Esas situaciones imaginarias las viven como reales, se sienten traicionados y perseguidos, todo
esto más el dolor de ver cómo pierden poco a poco al ser amado.

Si es el caso, pedir ayuda es el mejor camino, no es una realidad que deba acompañarnos para siempre, se puede superar, normalizando la vida y las relaciones.

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